En el Centro Comercial del Bosque todo era
confusión. Los señores animales y las señoras animales corrían de un lado
para otro haciendo las últimas compras, las señoritas empaquetadoras se
volvían locas haciendo paquetes, los señores vendedores se reían contando
billetes, las escaleras automáticas subían y bajaban, las luces se encendían
y apagaban. Y en medio de todo ese gentío camina un ratoncito con zapatos
demasiado grandes, camisa demasiado chica, pantalones demasiado rotos y un
hambre demasiado a prisa.
El ratoncito Ramón va para allá, va para
acá. El gentío lo lanza para un lado, lo lanza para el otro. Y de bote en
rebote fue a dar a una tienda de juguetes donde una señorita lora con ojos
apurones y manos atarantadas envolvía regalos y se confundía con las
cajas, las cintas, las flores y las guindas. Las manos de la lora se
movían como remolinos al envolver una pelota, se movían como aplaudiendo
para amoldar el papel y se quedaban como atontadas cuando tenía que anudar
la cinta, porque se le deslizaba el nudo y vuelta a empezar. Una gallina que esperaba se
paró en una pata, se paró en las dos, dio un par de aletazos y un
cocorocó.
El ratoncito miraba desde afuera. El sabía
que para que un nudo no se deshiciera tenía que pedir prestado un dedo a
alguien para aplastarlo. Así ataba él los cordones de sus zapatos y
siempre le pedía prestado un dedo a su amigo Pimpo.
-¿Le falta cocoromucho? -preguntó la
gallina, con voz impaciente.
-El nudito y está listo -dijo la lora con
el papel engomado pegado a la nariz..
Hizo de nuevo el nudo, armó de nuevo la
rosita, la cinta se deslizó... y plim... se deshizo todo. La lora simuló
cantar y comenzó otra vez.. Y... un dedito entierrado aplastó el nudo. La
lora hizo la rosa, el paquete quedó listo y maravillosamente arrugado.
-Puf... cocorogracias -dijo la
gallina.
-Tienes trabajo, Ramón -dijo la lora que
era muy rápida de pensamiento.
-Ay -dijo el ratoncito con el dedo
colorado por el tremendo apretón.
Y comenzó a trabajar. Zap el dedo en la
cinta, zum el apretón, zip afuera su dedo, zapzupzip el regalo
simpaticón.
-El próximo -ordenó la lora, con las
tijeras colgando de la oreja.
Pero, mientras iban y venían señoras con
caras de mamás, el ratoncito sentía que su dedo se volvía triste y que el
hambre del estómago le llegaba al pecho. Por eso la lora tenía que darle
un codazo para que ¡ zip ! recordara retirar el dedo.
-El próximo - apuró la lora, pisoteando
los papeles sobrantes.
-Envuélvame este libro, por favor -dijo
una voz de señora ratona.
Y el ratoncito se quedó con el dedo en el
aire. La lora dijo ejem, psttt... Pero el ratoncito seguía con el dedo en
el aire mirando a la ratona. La lora no perdió tiempo... agarró el dedo de
Ramón, lo aplastó en la cinta, zas le hizo un nudazo, el ratoncito no
hizo zim para sacar el dedo y zapzupzip le entregó el regalo a la clienta
con Ramón colgando del paquete.
-Gracias -dijo la ratona mirando la
sorpresa que le habían atado a su regalo.
-El próximo -dijo la lora, con una
sonrisa.
-Ay -dijo el ratoncito soplando su dedo,
mientras daba un brinco para acurrucarse con regalo y todo en el pecho de
la ratona con cara de mamá.
Y mientras se escuchaba un villancico
cantado por pollos amarillos y un Viejo Pascuero repartía caramelos, la
ratona daba un beso al ratoncito en la cara, en el hambre y en su dedo.
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