martes, 28 de junio de 2011

Improbable, no imposible.



La Real Academia define la palabra imposible como algo que no tiene facultad ni medios para llegar a ser o suceder. Y define improbable como algo inverosímil, que no se funda en una razón prudente. Puestos a escoger a mí me gusta más la improbabilidad que la imposibilidad, como a todo el mundo, supongo. La improbabilidad duele menos y deja un resquicio a la esperanza, a la épica. Que David ganara a Goliat era improbable, pero sucedió. Un afro americano habitando la Casa Blanca era improbable, pero sucedió. Nadal desbancando del número uno a Federer, una periodista convertida en princesa, River en segunda división, el amor, las relaciones, los sentimientos, no se fundan en una razón prudente; por eso no me gusta hablar de amores imposibles si no de amores improbables. Porque lo improbable es, por definición, probable. Lo que es casi seguro que no pase, es que puede pasar. Y mientras haya una posibilidad... media posibilidad entre un millón de posibilidades de que pase, vale la pena intentarlo.

lunes, 27 de junio de 2011

Amistad


Los vínculos que creamos con otras personas nos ayudan ante cualquier contratiempo, la verdadera amistad sobrevive a cualquiera competición o a cualquier enfado, y el verdadero compañerismo nos da fuerzas en momentos de dificultades y problemas.
Y aunque nos unen, esos lazos son (a veces) imposibles de explicar, nos unen hasta después de que parezca que deberían haberse roto. Algunos vínculos incluso desafían la distancia, el tiempo y la lógica , y es porque quizá, algunos lazos, están predestinados.

sábado, 18 de junio de 2011

Existencialismo


A lo largo de nuestras vidas nos hacemos muchas preguntas, y nos embarcamos en la fútil búsqueda de respuestas a los misterios de la vida, si bien no podemos
responder a preguntas realmente sencillas, ¿de dónde somos? ¿hacia dónde vamos?, ¿porqué estamos aquí?.
Quizá sería mejor no buscar nada, no anhelar... quizá nos iría mejor si no nos preocupásemos de nada, sin preguntar ni desear saber.
Pero esa no es la naturaleza humana, ni el corazón.
No estamos aquí para ser meros espectadores.
Quizá sólo nos hacemos las preguntas equivocadas, quizá deveríamos preguntarnos ¿por quién vivimos?
Luchamos por cambiar el mundo, soñamos con la esperanza, sin saber a quien conoceremos por el camino.
¿Qué desconocido nos cogerá de la mano, nos cautivará el corazón y compartirá el dolor y el esfuerzo?