En agosto de 1939, después de haber aplastado a varios vecinos más débiles, Adolf Hitler firmó ese mes un aciago pacto con Joseph Stalin, con lo cual se selló el destino de Polonia. Para entonces China estaba en llamas.
Sin embargo, muchos todavía esperaban que los estadistas del mundo se detuvieran al borde de la guerra. El futuro parecía prometedor, además de amenazante.
Por ejemplo la Feria Mundial de Nueva York, se podía recorrer la exhibición de Westinghousey ver las maravillas del mañana. Un futurama mostraba la “ciudad típica de 1960”, rebosante de todos los artilugios técnicos que la gente de la era de la Depresión podían imaginar, desde lavavajillas eléctricos y superautopistas a robots domésticos y autogiros personales. Naturalmente, la pobreza no existiría en esa época tan lejana. La frase “degradación ecológica” aún no se había acuñado.
Hoy sacudiríamos la cabeza ante la ingenuidad de la gente de 1939. Acertaron al predecir las autopistas y la televisión, pero ¿quién sabia entonces nada acerca de las bombas atómicas? ¿o los misiles disuasorios?¿o los computadores?¿o internet?. Unos pocos escritores de ciencia ficción, tal vez, cuyos proféticos relatos parecen de todas formas frágiles y simplistas para los gustos de hoy en día.
Setenta y un años es mucho tiempo, y el ritmo de cambio no ha hecho más que acelerar.
jueves, 27 de mayo de 2010
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por desgracia el significado de la tecnología se ha convertido en la utilización de aparatos tecnológicos que no hacen más que restarle a la cultura,de poco sirve tener los ordenadores más modernos,los móviles mas innovadores...si ni siquiera sabemos leer y escribir.Al final tanta tecnología ha perjudicado enormente a parte de la humanidad ya que han confundido progreso con modernidad,un beso
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