jueves, 20 de mayo de 2010

Fobias

El descubrimiento de las fobias por parte de los psiquiatras a contribuido enormemente a despejar prejuicios ; en tanto que antes una persona solía decir: “No tolero los espacios cerrados”, hoy explica: “Tengo claustrofobia”.
La mayoría de la gente sabe muy bien el nombre de su personalísima fobia, y eso la consuela mucho. Si una persona tiene miedo a las alturas, se limita a decir: “¡Bah!, lo que pasa es que tengo acrofobia” y se quita del borde sin tener que parecer un cobarde.
El que tiene miedo a estar solo, sabe que sufre de monofobia y le queda la satisfacción de sentirse como un caso patológico y no un bicho raro. Si le aterra la idea de ser enterrado vivo, puede ufanarse de que padece de tafiofobia, lo cual no es mucho peor que tener un resfriado.
Pero existen algunas fobias exquisitas, de las que no se habla mucho. Por ejemplo, la kimofobia, que es el temor a sentarse en el borde de una silla y caer al suelo. Quienes sufren esta fobia se pasan la vida echándose hacia atrás en el asiento hasta que acaban por caerse de espaldas que es lo mismo que irse de espaldas, en términos generales.
Tampoco podemos dejar de nombrar la goctofobia, que es el miedo a levantar la mano más arriba de la cuenta y darse una bofetada o sacarse un ojo, quienes padecen esta fobia , llevan las manos metidas constantemente en los bolsillos y tienen que ser alimentados por otros, esto se puede complcar si la persona además sufre de nictofobia, es decir miedo a que le sirvan.
Algunas fobias pocas conocidas son: la octofovia que es el miedo al número ocho; la rodillofobia, que no es nada más que el temor que cualquier día la rodilla se doble hacia atrás en vez de doblarse hacia adelante; y la optofobia , o sea el terror a abrir los ojos por temor de ver algo.
Es decir: “dime que fobia tienes y te diré quien eres”

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