El verano es un collar de fragancias de muchas cosas comunes: acacias que florecen en diminutos ramilletes, lirios silvestres, quebrachos en flor, incluso cactus que anuncian con su delicado aroma los frutos antes de que estos aparezcan. Hay hojas que podemos oler con placer, manzanillas, yerba luisa, y cedrón. También uvas tempranas o sandía, cuya corteza cruje al abrirla con un cuchillo y el aroma a frescura sale a nuestro encuentro.
Pero uno de los mejores olores veraniegos no es el de las flores, ni de las frutas, ni de las hojas; es el olor a la lluvia, cuando los primeros goterones caen lentamente en la agradecida tierra o sobre las secas y calcinadas piedras. Si la paz tiene fragancia es el de la llovizna veraniega.
Me encantó!
ResponderEliminarMe gusta mucho ese olor.
ResponderEliminarPuede con todo.
Saludos.