lunes, 24 de agosto de 2009

A fuego lento

Todo sucede lentamente en la naturaleza, el árbol necesita varios decenios, hasta siglos para desarrollarse bien. Para edificar las primeras ciudades (más cercanas aún a la naturaleza) se requirieron siglos. Los valles de ríos son trabajos de milenios y las montañas necesitaron eones para formarse y si pudiésemos apreciarlo, el movimiento de los glaciales es inconmoviblemente lento. Todo en la naturaleza baila a su ritmo, pues la naturaleza no conoce la prisa (el guepardo y el halcón son una excepción), esta la trajo el hombre al mundo, los moradores de las grandes ciudades son esclavos del apresuramiento. Todo es celeridad: respirar, comer, hablar, escribir, leer, nada sucede ya con la calma que crecen las flores, con que se mueve el perezoso, con que rumian los alces, con que serpentean los suaves arroyos por su cauce. “Vamos lento Sancho, que llevamos prisa” sentenciaba El Quijote. En la lentitud está el secreto de la madurez. Madurar requiere tiempo ya sea para las frutas, para el vino, para las naciones o las grandes ideas.

1 comentario:

  1. Si, eso me ha costado aprenderlo.
    Me ha costado mucho tiempo.
    Ahora valoro más la tranquilidad y poder hacer las cosas sin prisas y sin agobios.
    Disponer del tiempo a nuestro antojo es una gran riqueza.

    Saludos.

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