viernes, 24 de julio de 2009

Luz


La luz es un elemento mágico. La aprovecharon con maestría los grandes arquitectos de la antigüedad para evocar un estado de ánimo. Los egipcios tallaron el templo de Deir el Bahri en las piedras mismas de la rivera occidental del Nilo, a fin de que el sol matutino lo tiñese de un encarnado púrpura sanguíneo que infundiese un temor reverente. Los arquitectos bizantinos adornaban sus cúpulas con brillantes mosaicos para que la luz, reflejada confusa y deslumbrante de una parte a otra, velara las formas del misterio. Los constructores góticos filtraban la luz a través de cristales de colores para que salpicara y danzara sobre la piedra gris. Y los maestros barrocos, en sus templos enfocaban el sol, cual reflector, para realzar el dramático efecto de sus planos y en sus palacios lo hacían dar contra un muro de espejos para colmar de fulgores el salón.

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