viernes, 31 de julio de 2009

Sobre Quijotes y Sanchos


Qué le vamos a hacer: este mundo está lleno de sanchos que quieren desesperadamente ser reconocidos como quijotes, y por ello ensillan su rocinante, inventan su dulcinea, sus molinos de viento, sus dragones, y se lanzan a la defensa de lo indefendible con la chistosa y lerda movilidad del escudero que asume infructuosamente la agilidad y la elocuencia demente de su admirable amo. Para ello, ejercitan la prosa y la poesía de salón con la delicadeza de dos elefantes retozando en una cristalería.
Ciertamente, la solemnidad pretendida del quijotismo está devaluada en esta época posheroica de omnipotencia. Sin embargo, la comicidad del sanchismo está más de moda que nunca porque los bufones son muy necesarios en medio de esta aridez mercantil sin ideologías. Es por ello curioso advertir cómo hay tantísimas maneras de alcanzar la notoriedad local sin renunciar a ser un héroe, aunque serlo implique el ridículo. Es el precio que pagan los sanchos por ser quijotes.

Moraleja: si no puedes ser un quijote, intenta ser un sancho.

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